Tu apoyo puede sanar o hundir: El rol de la familia en la recuperación de una mujer víctima de violencia narcisista y vicaria.
- Pedro Valencia Iribarren

- 19 sept
- 7 Min. de lectura
1. Introducción: Narcisismo, abuso invisible y herencia del trauma
Pocas violencias son tan devastadoras como aquella que no deja huellas visibles, pero fractura la identidad, el juicio, la seguridad y el alma. Esta es la violencia psicológica ejercida por personas con rasgos narcisistas en contextos de relaciones de pareja, donde se combinan el abuso emocional, el control coercitivo, el gaslighting y la manipulación sistemática.

Cuando hay hijos de por medio, esta violencia se transforma en una tragedia intergeneracional. La madre se convierte en blanco constante del maltrato, y los hijos especialmente las hijas se ven atrapados en un campo de batalla emocional que les deja heridas profundas y duraderas. Esto se agrava cuando el agresor utiliza a los hijos para seguir dañando a la madre: violencia vicaria.
Desde la psicología clínica y el marco diagnóstico del DSM‑5, este texto analiza cómo esta forma de violencia impacta la salud mental de la mujer y de su hija, cuáles son los trastornos asociados, qué errores suelen cometer los familiares al intervenir, y cómo romper los ciclos de revictimización. Asimismo, se incluye una guía práctica para familias, con recomendaciones claras para dejar de ser observadores pasivos y convertirse en aliados activos en la recuperación.
2. El agresor narcisista: perfil clínico y patrón de abuso
El Trastorno de la Personalidad Narcisista, según el DSM-5, se caracteriza por un patrón dominante de grandiosidad (en fantasía o comportamiento), necesidad de admiración y falta de empatía, que comienza en la adultez temprana y se presenta en diversos contextos. Entre sus criterios diagnósticos están:
Creencia de ser especial o único.
Sentido grandioso de autoimportancia.
Expectativas de trato especial.
Explotación interpersonal.
Falta de empatía.
Envidia de los demás o creencia de que se le envidia.
Conducta arrogante y altiva.
En la relación de pareja, el narcisista tiende a:
Idealizar, luego devaluar y finalmente descartar a su pareja.
Controlar a través de la culpa, el silencio, la indiferencia o la amenaza emocional.
Distorsionar la realidad de la víctima mediante el gaslighting.
Reescribir los hechos para presentarse como víctima y mantener su imagen social.
Cuando hay hijos, estos suelen ser instrumentalizados como armas emocionales en contra de la madre.
3. Condicionantes del DSM‑5 en la mujer víctima de violencia narcisista
La exposición prolongada a este tipo de abuso genera impactos clínicos profundos. A continuación, se presentan los trastornos más frecuentemente observados, según los criterios diagnósticos del DSM-5.
3.1. Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)
Criterios DSM-5:
Exposición a amenaza real (física, psicológica o sexual).
Síntomas intrusivos: recuerdos angustiosos, pesadillas, flashbacks.
Evitación persistente de estímulos relacionados con el trauma.
Alteraciones cognitivas y emocionales: culpa, vergüenza, desconexión.
Aumento de reactividad: sobresaltos, insomnio, hipervigilancia.
En la víctima:
Vive en constante alerta.
Duda de su juicio y percepción.
Tiene síntomas somáticos sin causa médica.
Sufre crisis de pánico o disociación emocional.
3.2. Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG)
Criterios DSM-5:
Ansiedad y preocupación excesiva durante más de 6 meses.
Dificultad para controlar la preocupación.
Al menos tres de los siguientes síntomas: tensión, fatiga, irritabilidad, dificultad para concentrarse, alteraciones del sueño, inquietud.
Manifestaciones clínicas:
Miedo a equivocarse.
Necesidad constante de aprobación externa.
Sensación de que algo malo está por pasar.
Bloqueo para tomar decisiones.
3.3. Trastorno Depresivo Mayor
Criterios DSM-5:
Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día durante al menos dos semanas.
Pérdida de interés en actividades.
Cambios en apetito, sueño, concentración.
Fatiga, culpa excesiva o pensamientos de muerte.
En la víctima:
Sensación de inutilidad y fracaso.
Pérdida de sentido vital.
Incapacidad de cuidar de sí misma o de sus hijos adecuadamente.
3.4. Rasgos de dependencia emocional reactiva
Aunque no cumpla criterios formales de trastorno de personalidad, muchas víctimas desarrollan:
Miedo excesivo a la soledad.
Sumisión para evitar conflictos.
Búsqueda compulsiva de aprobación.
Desconfianza de su propia percepción.
Estos rasgos suelen ser adaptaciones al trauma, no patologías estructurales.
4. Impacto psicológico en la hija: víctima directa y herencia emocional
Los hijos no “presencian” la violencia: la viven. Sus cerebros se desarrollan en un entorno donde el miedo, el castigo emocional y el control son la norma.
4.1. Diagnósticos posibles según DSM‑5
Dependiendo del tipo de exposición y edad:
Trastorno de ansiedad por separación.
Trastorno de conducta.
Trastorno por estrés postraumático infantil.
Trastorno de apego reactivo.
Síntomas frecuentes:
Somatizaciones (dolores sin causa médica).
Irritabilidad, llanto constante o retraimiento.
Desconfianza hacia adultos.
Idealización del agresor por confusión emocional.
Rechazo hacia la madre como resultado de manipulación.
4.2. Violencia vicaria: el daño intencional a través de los hijos
Implica que el agresor:
Amenace con quitar la custodia.
Hable mal de la madre frente a los hijos.
Use a los hijos para espiar o castigar emocionalmente.
Rompa el vínculo madre-hijo mediante manipulación.
Consecuencias:
Doble victimización: los hijos sufren, y la madre es castigada a través de su sufrimiento.
Deterioro del vínculo afectivo madre-hija.
Confusión moral y emocional profunda.
5. Cuando la familia se convierte en cómplice sin querer
Uno de los errores más comunes y más dañinos que cometen las familias es llamar la atención o reprender a la madre delante de sus hijos. Esto suele ocurrir en momentos de tensión, frustración o incomprensión del trauma.
Consecuencias de este comportamiento:
En la madre:
Se siente traicionada, humillada y sola.
Percibe que su sufrimiento no es comprendido.
Se desmotiva para buscar ayuda o continuar procesos terapéuticos.
En la hija:
Aprende que su madre no merece respeto.
Refuerza la idea de que el abuso hacia la madre es justificable.
Pierde confianza en los adultos como figuras de protección.
6. Guía práctica para la familia: cómo ser un verdadero apoyo
1. Valida su experiencia
Usa frases como:
“Lo que viviste fue real.”
“No fue tu culpa.”
“Estoy aquí para ayudarte, no para juzgarte.”
2. No corrijas delante de sus hijos
Si hay desacuerdos, trátalos en privado.
Preserva su rol como figura de autoridad y protección.
3. Edúcate sobre violencia psicológica y vicaria
Infórmate antes de opinar o intervenir.
Comprende que la violencia emocional es tan dañina como la física.
4. Apóyala sin quitarle su autonomía
No decidas por ella: acompaña, no dirijas.
Fomenta su capacidad de elección, no su dependencia.
5. Protege a los hijos como víctimas también
No hables mal del padre ni de la madre frente a ellos.
Permíteles expresar sus emociones en espacios seguros.
6. Fomenta la atención psicológica profesional
Terapia para la madre (trauma, autoestima, empoderamiento).
Terapia para la hija (apego seguro, regulación emocional, narrativa del trauma).
7. Conclusión:
El rol de la familia es decisivo: sanar o perpetuar o Perpetuar el Ciclo de Violencia
La violencia ejercida por un agresor narcisista no termina con la separación física ni con el silencio aparente. Esa violencia se mantiene activa y vigente a través de las heridas emocionales que deja en la mujer y en sus hijos, especialmente en las hijas, quienes viven y reproducen esos patrones en su propio desarrollo. La violencia vicaria, que es la utilización de los hijos para atacar o castigar a la madre, añade una capa de complejidad que puede hacer que el trauma se perpetúe y se enrede en las dinámicas familiares.
En este contexto, la familia extendida y la red de apoyo no son simples observadores neutrales. Sus actitudes, palabras y comportamientos pueden convertirse en poderosos agentes de sanación o, por el contrario, en perpetuadores inconscientes de la violencia.
Cuando la familia:
Minimiza el sufrimiento, diciéndole a la víctima que “exagera”, “no debe ser tan difícil”, o que “debe ser más fuerte”,
Reprende o corrige a la mujer delante de sus hijos, alimentando la desautoridad y la humillación,
Se pone del lado del agresor o duda de la versión de la víctima, motivada por la manipulación narcisista,
Ignora las señales de abuso vicario, normalizando la manipulación y el daño emocional hacia los hijos, entonces está, aunque sea sin intención, reforzando el mensaje del agresor y contribuyendo a que el ciclo de violencia continúe. En estos casos, la familia se convierte en un ecosistema tóxico donde la violencia se naturaliza y se repite, generando consecuencias graves para la salud mental y emocional de todos sus miembros.
Por el contrario, cuando la familia:
Valida y reconoce el sufrimiento de la mujer,
Protege su figura como madre y evita criticarla o exponerla delante de sus hijos,
Se informa y sensibiliza sobre los efectos del narcisismo y la violencia vicaria,
Acompaña sin juzgar ni dirigir, respetando la autonomía y el proceso personal de recuperación,
Promueve la búsqueda de ayuda profesional para madre e hijos, entonces se convierte en un pilar fundamental para que la víctima pueda reconstruir su autoestima, recobrar su poder personal y establecer relaciones saludables. La familia puede ayudar a desactivar los circuitos de violencia y brindar un ambiente de seguridad emocional donde sanar.


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